Las peores tragedias que le pueden pasar a un valenciano

Si eres valenciano hay ciertos sucesos que vives con mayor intensidad, y claro cuando ocurren ciertas cosas que para el resto de los mortales son meros contratiempos, para nosotros se convierten en auténticas tragedias. Estos son algunos de esos trágicos eventos que cuando suceden, se convierten en la mayor pesadilla de los valencianos.

1. Que no haya pan a la hora del almuerzo.

Vas a almorzar y en el bar se han quedado sin pan, ¡¡¡nooooooooo!!!

2. Que no sepan dónde está Valencia.

“¿Eso está en España? No me suena esa ciudad. ¿Está en Barcelona?” Se te queda cara de “es la tercera ciudad de España, estudia geografía”.

3. Que te llamen corrupto.

Porque unos políticos corruptos no representan a una gran mayoría de valencianos honrados.

4. Que te digan “¡haz una paella!”.

Puede pasarte en Alemania, en la India o en Perú, que al revelar tu procedencia te insten a cocinar una paella. Pero tú sabes que encontrar “bajoqueta” y “garrofons” fuera de Valencia es imposible, y que hasta el agua de fuera hará que la paella no salga como toca.

5. Que se acabe el allioli.

Aún no habéis empezado con la ensalada, pero habéis untado un montón de pan con allioli y cuando llega el arroz a banda o la fideuà, descubres que te has quedado sin la mejor salsa del planeta.

6. Que llueva el día de San José.

Llueve poco pero en fallas la lluvia no falla, este año muy al principio, pero no ha fallado. Si llueve la noche del 18 es un drama, pero si llueve el día de la cremà, es una tragedia digna de Sófocles.

7. Que te den de comer paella mixta.

Una pseudo-paella con guisantes, chorizo, gambas y pollo con el arroz “empastrado” provocará un terremoto en tus jugos gástricos que se negarán a procesar tamaña tropelía.

8. Que le llamen disfraz a tu vestido regional.

Porque tu traje de valenciana, alicantina, torrentí, castellonera o saragüell es precioso, y lo luces en fiestas con orgullo, así que nadie puede osar jamás a compararlo con un disfraz.

9. Que se acabe pronto la verbena.

Eso de acabar de bailar a la 1 o a las 2 es intolerable, a esa hora es justo cuando empieza uno a atreverse a mover el esqueleto.

10. Que no te entiendan en el bar.

Camarero, queremos un Choleck, un bombón del tiempo, un agua natural y para picar cacaos, olivas y rosquilletas ¡es imposible que no me hayas entendido!

11. Que no te dejen tirar petardos.

¿Cómo no me vas a dejar tirar esta traca de 50 metros si esto es una boda? Es inconcebible que no podamos celebrar nuestra alegría con un arsenal de pólvora, inconcebible.

12. Que te caiga un pétalo de rosa a la cabeza.

Así fue como murió “la delicà de Gandía” hace muchos años. El caso es que el pétalo era de piedra y aplastó a la pobre mujer.

13. Que el zumo de naranja sea envasado.

Nuestro paladar no tolera esos zumos concentrados que saben a rayos y truenos. Donde haya un zumo natural de naranjas valencianas…

14. Que se te olviden las gafas de sol en casa.

Porque aunque sea un día nublado de invierno, en cualquier momento aparece la luz cegadora de nuestro cielo y necesitas absolutamente proteger tu vista.

15. Que algún pirómano queme el monte.

Ver cómo arden tus bosques por culpa de algún desalmado es una de las tragedias a las que lamentablemente estamos demasiado acostumbrados.

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Artículo publicado originalmente en Matador Network

 

Un comentario de “Las peores tragedias que le pueden pasar a un valenciano

  1. La ignorancia es muy mala, cuando es mía me afecta sobre manera… Así llegué a la Estación Nord, al encuentro con mi amiga que, sonrisa en ristre me recibió con los brazos, un pañuelo fallero, el alma, una mochila fallera, el entusiasmo, el espíritu fallero, todo abierto y expuesto al sol… Porque como en un festín pantagruélico y opíparo la mesa valenciana estaba servida.
    Si Prometeo les dio el fuego a los hombres, esos hombres eran valencianos. Desde niños, como los demás podemos hacerlo con canicas, los valencianos juegan con fuego, torean ardores y se beben la vida con pasión. Si te vas a tapar los oídos, no vayas…
    Las Fallas son en presente, se conjuga solo el aquí y ahora.
    Luz, color, olor, sonido todo se ha dado cita en la calle y te toma por asalto, te invita, te convida, te sobresalta. Todo crepita, hasta el agua… Abramos los ojos, aceleremos los pasos, ajustemos los marcapasos y soltemos en tropel las jaurías que nos conforman.
    Vamos… Fuimos, a mi primer mascletá…
    De espaldas al correo tenemos la suerte de pegarnos a la valla. Tenemos primera fila para ver algo que desconozco. Mi amiga, “valencianísima” por adopción y ante mi asombro, igual que durante el recorrido que nos separaba de la plaza, me identifica edificios. Correo con cúpula, ayuntamiento con dos. Por y desde las diagonales se dejan ver bellos, impolutos y orgullosamente enhiestos minaretes, miradores y campanarios.

    «Senyor pirotecnic pot començar la mascleta.»

    Distinto al petardo callejero y levantando una pompa de nube, compacto–rotundo-puntudo suena, es el primer estruendo, mi amiga me dice a voces: preparate, tu vida será antes y después de ahora y retumba el segundo aviso que es coreado por la multitud. Expectantes y variopintos estamos en la plaza los de siempre, los que saben de qué se trata y los ignorantes como yo… Entonces pompean petardos. Magistrales mogotes de humo empapan el aire. Mi corazón repetidor me ocupa entera estoy latiendo de pies a cabeza, todo retumba que tumba rumba. Oídos a punto de estallar, zumbidos silbantes que rasgan el aire y algo profundo y vital que me sube desde las tripas. Estoy gritando, estoy aullando, estallo, retumbo, me propago. Primigenia y ancestral con mi cara mojada, aplaudo, aullo, agradezco. He soltado la ignorante que vino conmigo, la he incendiado dejándola subir al cielo, junto al inefable olor de la pólvora. En tanto me quedo acá abajo, caminando barrios, calles y mercados, al ras de la Cheperudeta, comentando ninots, comiendo buñuelos, bebiendo cervezas. Pisando veredas, esperando castillos, libando cielos. Acá, entre tabales y donçainas, donde la gente vive, vibra y canta. Acá, donde ninguna de las faldas con flores se parece a otras flores, ni a otras faldas. Acá, abajo, pegada al piso, donde la vida retumba.
    Si queres aullar con el todo, que el pecho te estalle, celebrar que la pólvora tenga como pretexto la alegría, un nuevo comienzo y la liberación, pues, no faltes en Fallas… Si sos capaz de trabajar con ahínco por todo y por todos y luego hacer una fogata con todo ello sin pensar en lo perdido y celebrar la hoguera de la noche de San Juan, no faltes en Fallas. Si queres renacer, no faltes en Fallas… Dicen que dicen que, en Fallas, a Valencia la envidia el sol.

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