Ya no corremos en Navidad

correr

¿Preparados? ¿Listos? ¡¡¡YA!!!

Así empezaban las carreras en el colegio, y a grito de tonto el último nos dábamos más prisa que Forrest Gump para llegar a la meta, que solía ser un árbol o similar. El resultado no te hacía más tonto o más listo, pero te regalaba unos minutos de rabia o de confort. Pues como si se tratara de una de esas carreras pero al revés, llegan las navidades, y ciertamente a veces es mejor llegar el último.

Las cenas en familia o reuniones familiares son una de esas metas. Pero ese chaval que hace años corría a darle dos besos a la tía Amparín (que luego le obsequiaba con 20 duros para chucherías), ahora se escabulle para evitar sus clásicos: a ver cuándo me presentas a tu novia… o aún mejor: a ver cuando me encargas un sobrinito… o el definitivo y contundente: date prisa que se te empieza a pasar el arroz. ZASCA. Hace años te loaba con otro tipo de clásicos: ¡Qué grande se está haciendo! ¡Qué alto y que guapo está! ¡Ha cogido lo mejor de cada casa! Y ahora parece ser que ya no estás ni alto ni guapo, tienes una edad en la que para tus tías Amparines sólo eres útil en cuanto a tu capacidad para ampliar la familia, a sus ojos estás en edad de merecer, tienes que procrear. Conclusión: mejor llegar el último.

Los regalos de navidad también son otra de esas carreras. Pagaría por volver a levantarme pronto y ver los regalos junto al árbol con la ilusión de un niño. Pero ahora son todo dolores de cabeza, habré acertado, le gustará a mi pareja el regalo, qué le compro a mi hermano, a qué mala hora me metí en el amigo invisible, llegará a tiempo el pedido de Amazon… Ya no corremos con esa ansia a la orilla del árbol ¡Qué leches! ya no montamos ni árbol, pero por la cuenta que nos trae es mejor no llegar el último.

Y para acabar está la Nochevieja, que pereza. No se sabe a que edad llega, a algunos a los 25 a otros a los 40, pero llega un momento en el que la Nochevieja te es indiferente, te seca. Antes era la mejor fiesta del año junto con tu cumpleaños, ahora es una noche más, como tu cumpleaños. El cumpleaños porque te recuerda que estás hecho un vejestorio madurando, la Nochevieja porque te genera una pereza infinita engullir uvas, lucir un sombrero de papel mientras tu cuñado no para de soplar el matasuegras, vestirte como si fueras a una boda cuando lo único que hay que celebrar es un cambio de año, y pagar el doble por el mismo garrafón de siempre. Eso es lo que más jode, que suban por una noche y de manera indiscriminada el precio del alcohol. Además esa noche sale todo el mundo, los garitos que están medio bien, esos en los que no ponen música infernal (Reggaeton) están más llenos que tu tripa el día 25 a las 16h. Hace frío, los tacones imposibles marcan el paso que es de tortuga, y resulta más fácil pillar una neumonía que un taxi. Al final de la noche te has gastado un dineral, has sufrido varios aplastamientos, y casi te atragantas con las uvas. Conclusión, mejor no participar en la carrera y montárselo en «solitario» (con los amigos se entiende).

Dicho esto, que paséis buenas fiestas pero sin correr, ni a la hora de engullir, ni a la de comprar regalos, ni en la carretera, que os quiero a todos aquí leyendo mis artículos en el año nuevo.

 

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